“Si querés ser
Presidente no te pelees con nadie ni te definas por nada” fue la frase póstuma de un viejo
caudillo catamarqueño al candidato riojano allá por fines de los ochenta.
Hoy,
algunos políticos siguen ese concepto. Intentan en base a encuestas de opinión
estar de acuerdo con lo que la gente piensa para llegar al poder. El problema
de la demagogia argentina es que cada vez más la opinión pública es
influenciada por la opinión publicada y va cambiando de pensamiento según pasan las
décadas, los meses y hasta los días. Así, la sociedad ha pasado de creer en el
Estado de Bienestar de los 80 al Mercado Libre de los 90 y desde ahí al Estado
subsidiante de los 2000 y a un nuevo escenario en esta década. Y quienes fueron
parte de todos esos procesos difícilmente resistan a un archivo. Confían en la
memoria corta de los argentinos, más preocupados por ver programas de
entretenimiento que ver los programas de opinión, o más entusiastas de las
páginas deportivas que en las que esta nota intenta ser publicada.
Sergio
Massa, Militante liberal de los 90, Funcionario Peronista y Cristinista en los
2000, es casi el mejor ejemplo de la demagogia argentina. Tiene a su lado un
brillante encantador de serpientes cordobesas y completa su trípode con un
economista exitoso pero asumiendo después de una devaluación del 300 por
ciento, y transfiriendo al pueblo argentino el endeudamiento en dólares de
personas, gobiernos y empresas. Le compite en ese terreno Daniel Scioli,
Motonauta en los 80, Mimado del Menemismo en los 90, funcionario de cuanto
gobierno hubo en los 2000, mediocre gobernador y, más mediocre aún, candidato
en estos últimos años.
Andan
pregonando todo lo que la gente quiere escuchar pero nunca dicen cómo lo hacerlo. Eso lo dejan
para el Gobierno. Para eso lo votaron.
Del
otro lado está el Gobierno, debatiendo internamente entre lo que se quiere
hacer, lo que se debe hacer y lo que se puede hacer. Unos intentando hacer lo
que el Presidente quiere a costa de lo que se debe, chocando con lo que se
puede y subestimando a la política como instrumento de gestión. Otros marcando
que hay que hacer lo que se puede aunque se deba postergar lo que se quiere y casi
sucumbiendo a la tentación de buscar el camino más corto o sea la demagogia y
el populismo. Un tercer espacio plantea que se puede hacer lo que se quiere, haciendo lo que se debe pero que para ello hay que nutrirse
permanentemente de la realidad que va más allá de los despachos y que para ello lo técnico debe conjugarse con
lo político. Que “politizar lo técnico o tecnificar lo político” es el camino
correcto para derrotar la demagogia sin convertirse en antipopular.
Mientras
el debate se prolonga más de lo debido en el gabinete nacional y en las fuerzas
de Cambiemos, María Eugenia Vidal esta combinado de manera interesante lo que
quiere hacer con lo que puede y con lo que debe. Merced a sus acuerdos políticos
con la oposición, con los intendentes y con los integrantes de la Alianza que
la llevó a dar el mayor batacazo electoral de la historia reciente, ha
ensanchado fuertemente su espacio electoral, incorporado a su gobierno una
pluralidad interesante y va dando pasos importantes en cambios estructurales en
su gestión Provincial. La lucha contra la corrupción, la reforma política y la
baja conflictividad de su gestión la llevan a encabezar las preferencias del
electorado en la provincia más importante de la Argentina, donde en el 2017 se
dará otra vez la mar de las batallas.
En
esa misma Provincia está Margarita Stolbizer, a quien el tiempo le dió la razón
como a Lilita Carrió pero, a diferencia de ella, no abusa de las denuncias y no
elige la confrontación permanente como metodología de instalación mediática.
Humilde y coherente, quizá el único error o la única contradicción que haya
cometido es su acercamiento a Massa y De la Sota (el tiempo dirá si es así).
Las
Elecciones del 2017 no solo mostrarán si la demagogia clásica de la denominada
“vieja política” seguirá vigente en esta Argentina donde la política importa a
pocos, si prospera la llamada “Nueva Política” basadas solamente en la Gestión
y la Comunicación o si nos dará la razón a los que pensamos que no existe una
vieja o nueva política sino una buena o mala y que la política buena es
simplemente no mentir, no robar e intentar ser útiles a la gente trabajando,
escuchando y dando la cara por lo que se cree todos los días, aunque no se
tenga más comunicación que la palabra y el oído, el mate compartido y un amigo
en cada pueblo o barrio que pueda transmitir nuestras propuestas.
*Humberto Benedetto
Parlamentario del Mercosur Por Córdoba, Argentina
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