El Mercosur y sus países miembros
se encuentran en un debate que ya ha sobrepasado la lógica discusión sobre si
debe flexibilizar o no sus políticas para permitir el acceso (de manera
conjunta o individual) a otros mercados, si es conveniente avanzar con la Unión
Europea en Tratados de libre comercio o si debe mirar al Pacífico. Ya sus
negociaciones no tienen solamente la razonable cuestión de cómo integrar a
países y pueblos que tienen más en común culturas, historias o desafíos que los
intereses económicos o políticos de sus gobiernos.
Hoy la discusión imperante es más
básica y hasta podríamos decir fundacional: Si debe Venezuela continuar como
integrante del Mercosur y (más primitiva aún) si debe Maduro asumir por
efímeros seis meses la Presidencia Pro tempore del Mercado Común.
Esta discusión, casi inimaginable
para quienes durante tantos años fueron precursores y construyeron esto que hoy
llamamos Mercosur, no surge, claro está, de un capricho del gobierno Paraguayo,
de las preferencias electorales
Argentinas, de las situaciones parlamentarias Brasileras o de la convicción de
gobiernos como los de Uruguay o el (espero) próximo socio pleno Bolivia.
Tiene este hecho una historia
reciente y razones (si bien entendibles o compartibles por algunos o
rechazables por otros) validas cuando alguien intenta (algo poco usual) ponerse
en el lugar del otro. Es en este marco que me pregunto:
¿Está mal que el Gobierno
Paraguayo, otrora opositor al ingreso de Venezuela al Mercosur y separado del mismo
por argumentos más políticos que jurídicos, quiera aplicar a la República de
Venezuela la misma cláusula que les fue aplicada a ellos?
¿Es inválido que Paraguay
cuestione que Venezuela no cumplimenta la totalidad de los puntos a los que se
comprometió cuando fue aceptado en su momento ya que (como podemos ver en
nuestro PARLASUR) hace desde que ingreso no cumple entre otros ítems con los
aportes monetarios que el resto de los países hace con esfuerzo?
¿Es extraño que Uruguay, un país
desde mi punto de vista respetuoso de las instituciones como pocos, plantee que
jurídicamente le corresponde el traspaso a dicho país por es miembro pleno y
por ende es quien debe sucederlo?
¿No es válida la posición de
algunos países que prefieren propiciar el diálogo en Venezuela por temor a que
un aislamiento internacional de dicho país conlleve a una guerra civil o a un
golpe de estado con terribles consecuencias para el pueblo Venezolano?
¿No es lógico que algunos actores
no puedan tomar las actuales posiciones del Gobierno Brasilero como política de
estado, dado que la estabilidad política de dicho país están sujetas a la
situación aún incierta sobre el proceso político a Dilma y que si la presidenta
electa pudiera volver al poder seguramente Brasil cambiaria de opinión?
¿No deben considerarse las
denuncias que la oposición Venezolana viene realizando en cuanto foro
internacional puede sobre la falta de garantías constitucionales y las medidas
que el Gobierno Venezolano viene tomando?
¿Está mal que países que tienen
la convicción de abrir sus puertas al mundo no deseen tener como representante
máximo a un presidente que genera conflictos internacionales por doquier?
Seguramente que, aunque
compartamos o rechacemos estos argumentos, se entenderá razonables las
preguntas que he planteado y darán por válida la discusión sobre este traspaso,
hecho inédito en cualquier asociación de países del mundo.
Ahora bien, mas allá de lo que
piensa y expresa cada país hay alguien que puede y debe destrabar este
conflicto y hacer llevadero este periodo de seis meses que quizá se pase más
tiempo discutiendo su legitimidad que lo que lleve el mandato. Es el propio
Maduro. Si Maduro brindara la confianza necesaria, como lo hizo al aceptar el
resultado electoral aplastante en las últimas elecciones, el camino seria menos
sinuoso.
Si se liberaran a los presos
políticos en Venezuela, se permitiera a la Asamblea recuperar su rol
institucional y si juntos, gobierno y oposición, cumplieran con las materias
pendientes, serian seguramente bienvenidos a este Mercosur que más que nunca
necesita mantenerse económicamente unido, políticamente plural y fraternalmente
mancomunado.
Humberto Benedetto
Parlamentario del Mercosur
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